César Borgia
Imagen del príncipe renacentista, alabado por Maquiavelo y denostado por la historia.
César Borgia, viva imagen del príncipe renacentista, alabado por Maquiavelo y denostado por la historia, fue el ejemplo del político inteligente, querido por su pueblo y temido por sus enemigos, con los que fue implacable.
Primero de los hijos que el cardenal Rodrigo de Borja tuvo con Vannozza Cattanei, nacido en Roma en septiembre de 1475, al que seguirían Juan, Lucrecia y Jofré.
Con sólo seis años ya empezó a recibir cargos eclesiásticos, ámbito social al que había sido destinado por su padre. En 1491, con 16 años, fue nombrado obispo de Pamplona.
La elección pontificia de su padre, en agosto de 1492, impulsa su carrera eclesiástica y recibe el arzobispado de Valencia y la abadía cisterciense de Valldigna.
En 1493 se establece en Roma y comienza a mostrar parte de las habilidades que le harán famoso: su porte y su ingenio.
Carlos VIII de Francia, a su paso por Roma en 1493, camino de Nápoles, lo lleva consigo como legado papal y rehén. César protagoniza una sonada huida que acrecentará su prestigio. Haciendo creer que su viaje va para largo organiza una amplia comitiva cargada de equipajes. Los franceses no pensaron que el famoso cardenal abandonaría todo su ajuar y bajan la guardia. César escapa, dejando como botín fardos llenos de piedras.
La noche del 14 de junio de 1497 César se despedía de su hermano Juan y su cuerpo era hallado a los pocos días flotando en el Tíber. Conocidas las desavenencias entre ambos hermanos, las malas lenguas se hicieron eco de la acusación de fraticidio que flotó en el ambiente. Nunca hallaron al culpable.
En agostó de 1498 César consiguió que fuesen atendidas sus demandas y pasa al estado secular.
Luis XII de Francia, tras pactar con el papa el divorcio de su esposa Juana de Valois, le concede el ducado de Valentinois y lo casa con la princesa Carlota de Albret (1499), con la que tendría una hija llamada Luisa. Aunque no tuvo amantes reconocidas, tendría con posterioridad dos hijos naturales, Girolamo y Camila.
Al servicio del monarca francés, César entra en Italia con sus tropas (1499) y durante su estancia en Roma mantiene tensas relaciones con Alfonso de Bisceglie, marido de su hermana Lucrecia, al que ordena asesinar (1500).
Ese mismo año expande los territorios de los Borgia en todo el centro de Italia y su padre le concede el título de duque de Romaña (1501).
En esta época convulsa, plena de intrigas, desbarata una conspiración contra su persona protagonizada por los Orsini, que acaba en la prisión y ejecución de los conjurados y la captura de la indómita Catalina Sforza, a la que recluye por un tiempo en el castillo de Sant’ Angelo (1502).
El 18 de agosto de 1503, Alejandro VI muere. César convalece en las estancias pontificias, víctima de la malaria. Algunos atribuyeron su estado de salud al veneno, que también habría ingerido su padre.
El nuevo Papa, Pío III, le confirma sus cargos, pero fallece a los pocos meses y le sucede, como Julio II, el cardenal Juliano della Rovere, el más encarnecido enemigo de los Borgia.
Sin influencias y sin poder, se refugia en el castillo de Sant´Angelo, para embarcar hacia Nápoles en abril de 1504. Pero la libertad le dura poco tiempo. Fernando el Católico ordena su encarcelamiento y traslado a España en septiembre de ese mismo año.
En la península será recluido, primero en Valencia, y después en los castillos de Chinchilla y de la Mota (Medina del Campo). En este último protagoniza una rocambolesca huida (1506) que lo lleva hasta los dominios de su cuñado, el rey de Navarra, que lo nombra general de sus ejércitos.
El 12 de marzo de 1507 fallece en una escaramuza las cercanías de Viana, lugar donde es enterrado.
Su cadáver permaneció en la iglesia de Santa María hasta mediados del siglo XVI, cuando el obispo de Calahorra ordena sacar los restos fuera del templo, en venganza por el asesinato de un familiar pertrechado en su día por los Borgia.
Modelo de astucia política a ojos de Maquiavelo, la historia lo ha presentado como un personaje sin escrúpulos ni moral. Pero César Borgia también ha pasado a la memoria colectiva como la imagen del príncipe renacentista, culto y de gusto exquisito.
El lema que se hizo grabar en la espada que lo acompañaba lo describía con precisión: “O César o nada”.