Alejandro VI
Su figura, denostada por la historia, es parte fundamental de la leyenda tejida en torno al linaje de los Borgia.
Rodrigo de Borja y de Borja, futuro papa Alejandro VI, nace en Xàtiva el 1 de enero de 1431, en el seno de una familia de la pequeña nobleza local. La prematura muerte de su padre hace que toda su familia se trasladase a Valencia, al palacio de su tío Alfonso de Borja, obispo de la ciudad.
En 1449, siendo ya canónigo de la catedral de Valencia, es reclamado en Roma por su tío, ya cardenal, para asistirle en tareas administrativas y eclesiásticas, al que le acompañan su hermano, Pedro Luis y su primo, Luis Juan.
Bajo su amparo inicia una carrera imparable: es nombrado canónigo y chantre de la colegiata de Xàtiva (1450) y estudia Derecho en la Universidad de Bolonia (1453).
El 8 de abril de 1455, Alfonso de Borja es elegido Papa con el nombre de Calixto III y la influencia de Rodrigo sigue la estela ascendente. A pesar de su juventud, en 1456 es nombrado cardenal en secreto y, un año más tarde, vicecanciller de la Iglesia, posición de gran influencia que retiene más de 35 años.
Tras la muerte de su tío, el 6 de agosto de 1458, el cardenal Borgia relaja sus costumbres privadas, dando muestra de su interés por el sexo femenino.
Hacia 1468 nace, de madre desconocida, su primogénito, Pedro Luis, al que seguirán dos hermanas, Jerónima e Isabel. Más tarde tiene cuatro hijos con la romana Vannozza Cattanei: César (1475), Juan (1476), Lucrecia (1480) y Jofré (1481). Y aún se conocen otros dos hijos, Juan y Rodrigo, que tuvo posteriormente.
Como vicecanciller, Rodrigo manifiesta una suntuosidad desbordante, complementada por la posición social que van adquiriendo todos los componentes de la extensa familia.
En 1472 viaja a la Península Ibérica como legado especial del Papa, portando la bula que confirma el matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón.
Ciertos desencuentros posteriores con Fernando el Católico se zanjaron en 1485 con la compra del señorío de Gandía, elevado a ducado real, y con el matrimonio de su hijo, Pedro Luis, con María Enríquez, prima hermana del rey.
Su despierta inteligencia y su capacidad política lo convierten en uno de los cardenales más ricos e influyentes del momento y, a la muerte de Inocencio VIII, gracias a la división entre las facciones de la curia y de una hábil negociación, es elegido Papa el 11 de agosto de 1492, con el nombre de Alejandro VI.
En el ámbito privado, el nuevo pontífice tiene una nueva amante, Julia Farnesio, 45 años menor, una joven de reconocida belleza.
Muy pronto tiene que enfrentarse a equilibrios políticos y territoriales en juego con los reyes de Francia y de Nápoles. Al igual que su tío, Calixto III, promociona a hijos y allegados, siempre con el tablero del poder terrenal en juego.
Su hija Lucrecia se casará con Giovanni Sforza, señor de Pésaro, César será nombrado cardenal y ostentará, entre otras, la rica diócesis valenciana, Juan acabará casándose con María Enríquez, la pretendiente de su hermano Pedro Luis, que había fallecido de forma repentina en 1488, y Jofré se esposará con Sancha de Aragón, hija del rey de Nápoles.
Lucrecia, tras la anulación de su primer matrimonio, se casará con Alfonso de Aragón, hijo natural de Alfonso II de Nápoles, que es asesinado por su hermano César, y después con Alfonso d’Este, heredero del ducado de Ferrara.
La tragedia llama a su puerta el mes de junio de 1497, tras encontrar muerto en las aguas del Tíber a su hijo Juan, duque de Gandía.
César, su hijo más brillante e impetuosos, que ha dejado el capelo cardenalicio, se casa con Carlota d’Albret (1499), pariente del rey francés, y pasa a ser duque de Valentinois. Una posesión que marcará su leyenda como César el Valentino. César será, también, capitán general de la Iglesia (1500) y duque de Romaña (1501).
El viernes, 18 de agosto de 1503, tras una convalecencia llena de todo tipo de detalles escabrosos, fallecía Alejandro VI Los rumores atribuyeron su muerte al veneno que ingirió en una cena, pero fue la malaría, en la pestilente Roma estival, la que acabó con su vida.
Su cuerpo fue sepultado provisionalmente en la capilla de Santa María de las Fiebres, contigua a la basílica vaticana, junto a su tío Calixto III. En 1601 los restos de ambos pontífices fueron trasladados a la iglesia de la Corona de Aragón en Roma, Santa María de Montserrat, donde todavía reposan.
Alejandro VI promovió la evangelización de las tierras americanas descubiertas en 1492, mostró tolerancia con los judíos, practicó el mecenazgo artístico, se rodeó de un círculo de humanistas, mostró especial devoción por la Virgen María, y dejó en herencia un estado pontificio fuerte y potente, pero, en el lado opuesto, practicó el nepotismo y mantuvo un desorden moral criticado por personalidades de la época.
Su figura, denostada y maltratada históricamente, provocó una ardiente defensa por parte de Blasco Ibáñez en su libro sobre los Borgia: “¿Qué le echan en cara a Alejandro VI?... Su crimen consistió en que algunos de sus hijos fueron personalidades enérgicas, inteligentes y audaces, como verdaderos Borjas, ansiosos de poder y de gloria; y los hijos de los otros papas no pasaron de simples parásitos del Vaticano, atentos únicamente a engordar como sanguijuelas con la sangre de la Iglesia, a vender empleos y reunir tesoros”.