Lucrecia Borgia
Víctima de tragedias asociadas a los intereses políticos de su padre, culminó su vida de forma piadosa como duquesa de Ferrara.
Lucrecia Borgia nace el 18 de abril de 1480 en Subiaco, una localidad a unos 70 kilómetros de Roma. Su padre, el entonces cardenal Rodrigo Borgia, que mantenía relaciones con Vannozza Cattanei, había tenido ya dos hijos, César y Juan. Su otro hermano, Jofré, nacería una año más tarde.
A temprana edad fue puesta al cuidado de Adriana Milà, prima del cardenal. Instalada en el palacio de los Orsini, junto a Julia Farnesio, nuera de Adriana, fue instruida como una buena dama del Renacimiento, practicando simultáneamente el castellano, el catalán y el italiano. El valenciano era, de hecho, la lengua coloquial de los Borgia. Dulzura, gracia, ingenio y alegría se manifestaban ya en Lucrecia como muestra genética de la familia.
Pronto descubriría que sus destinos dependerían en cada momento de las estrategias políticas de su padre. Usada como moneda de cambio, ya a los doce años tenía un primer matrimonio concertado con Querubín de Centelles y Ayora, hijo de los condes de Oliva, que no llegó a cristalizar.
Los nuevos intereses del ya pontífice Alejandro VI acabaron por formalizar el matrimonio entre Lucrecia, que apenas tenía 13 años y el conde de Pesaro, Giovanni Sforza, sobrino del poderoso duque de Milán y veinte años mayor que ella. La ceremonia se celebra en el Vaticano el 12 de junio de 1493.
Las relaciones de Alejandro VI y su yerno se enturbian hasta el punto de mediar una posible orden de asesinato por parte del pontífice. Giovanni Sforza huye de Roma y la maquinaria vaticana se pone en marcha para fundamentar la nulidad matrimonial en base a una supuesta homosexualidad del esposo.
El ultrajado marido contraataca y lanza la acusación de incesto, que pronto es acogida y difundida por los enemigos de los Borgia. Empiezan a salir panfletos contra Alejandro VI y contra Lucrecia, en los que se habla de orgías, de sexo desenfrenado, de asesinatos. “La mayor puta de Roma”, como llaman a Lucrecia, inicia la semilla de infamias que la perseguirán durante siglos.
Anulado el matrimonio el 20 de diciembre de 1497, el Papa negocia un nuevo contrato nupcial para su hija. Esta vez con Alfonso de Aragón, duque de Biseglia, boda que se celebra al año siguiente. Las relaciones de César con Alfonso tampoco son buenas y en julio de 1500, el marido de Lucrecia es víctima de un ataque en plena plaza de San Pedro del que logra sobrevivir, pero durante su convalecencia, César ordena su muerte.
Este hecho afecta profundamente a Lucrecia, que se retira en estricto luto al castillo de Nepi, alejada de todo lujo y dedicada a un estilo de vida piadoso.
Alejandro VI no pierde la ocasión y negocia un nuevo enlace matrimonial, esta vez con Alfonso de Este, heredero del duque de Ferrara.
El 6 de enero de 1502 Lucrecia se despide de sus padres y de su hijo Rodrigo, fruto del matrimonio con Alfonso de Aragón, a quienes jamás volvería a ver.
El 2 de febrero entra en Ferrara y se encuentra con una ciudad que la acoge con gran lujo y espectáculo. Una población con una corte culta, con la que pronto conectó y que la aleja de las intrigas que han protagonizado su vida.
Lucrecia forja aquí un nuevo destino, que la convertirá en una mujer religiosa y prudente, con una intensa vida cristiana, donde consumirá el último tramo de su vida viendo desaparecer a los suyos desde la distancia. Primero a su padre, en 1503, después a César, en 1507, a su hijo primogénito Rodrigo, en 1512, a su hermano Jofre, en 1517 y a su madre Vannozza, en 1518.
Lucrecia tuvo seis hijos y murió con tan solo 39 años, el 24 de julio de 1519.
Su cuerpo permanece enterrado en el monasterio del Corpus Domini de Ferrara, con el hábito de terciaria franciscana con el que fue sepultada, junto a otros miembros de su familia.